Recorriendo los olores en la distancia,
evocando cada amanecer,
delirante en su lecho,
se dejaba palidecer.
Un firmamento de recuerdos,
amplifican su obsesión,
y en su debatir entre sombras,
se acentúa su visión.
Merodea entre los lienzos,
de su rojo desenfreno,
sus anhelos pervertidos,
sus vicios desinhibidos.
Esas ansias, ese deseo,
su imagen humedece,
dispersando su esencia,
entre roces en su vaivén.
Y alcanza compulsivamente
lo que en su dislate cree real,
y se pierde entre los espasmos,
de su dulce y corrompido garbear.
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